
Tus manos
rasgan el estrépito
de las carcajadas
de tus enajenaciones
en mi espalda.
Tus palabras
se adentran en mi espacio
súbita y desaforadamente
como si de un golpe cálido
de aire espumoso y vibrante
se tratase.
Tus noches
abren paso
a mis mañanas,
a esas en las que amanezco
sitiada por tus suspirosy esencias
que en nuestra habitación
mueren alifáticas
y nacen como el aroma
de nuestros recuerdos.
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