Impuntualidad y ceniceros llenos, hojas de poesía, tardes somnolientas. Las cuerdas tensas, guitarra al suelo. Mis lágrimas caen por su espalda, se escurren y se congelan. “Mañana volveré”, dice. Mientras, su voz inunda mis mañanas, rodeando, sigiloso, mis curvas. ¡Búscame!, grito. Valiente decido abrir los ojos al mundo: soñaré despierta, amanecerás en mis cruces... Y río con frialdad, con crudeza. Cierro los ojos y permanezco inmóvil, cabizbaja. Calculadora abro mis bolsillos: teléfono, tiritas y alguna protección. “Los escudos son siempre la mejor defensa”, dice. Y entonces…entonces deseo que la lucha fuese contra la rutina, contra sus manías, contra las mías, contra las noches de insomnio…Pero no contra otra.
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