martes, 11 de agosto de 2009

No puedo evitar que no seas mío: porque nunca lo has sido o porque nunca quisiste serlo.


Y me vuelvo loca al desearte e imagino tus manos entrelazadas con las mías en cada instante del día. En las sábanas de mis despertares, en los murmullos del amanecer, en el salitre de mis baños, en los sueños de las tardes cálidas de agosto, en las cenas llenas de serenidad.

Me gustaría que irrumpieras en mi día a día con calma, sigiloso, reflexivo, reconociendo los puntos de mi risa.

Me gustaría que te convirtieras en experto de mis pasos, en fiel reconocedor de mis engaños, en dueño de mis curvas, en protector de mis saltos.

Me gustaría que siguieras haciendo romper el silencio de mis pulmones con el eco de las risas que provocas en mis comisuras.

Me gustaría sentir escalofríos de miedo por poder perderte como algo mío.

Me gustaría poder determinar con precisión el instante exacto en el que me enamoré de ti, crear de él un recuerdo con tu olor, tu imagen, tu calor desenvolviéndose entre mis dedos. Pero fueron muchos los días con tu presencia cerca para reconocer en cuál de ellos pasó, en cuál de ellos viniste para negarte el partir. Y cómo me gustaría que eso fuera intencional.

Me gustaría…
Me gustaría…
Me gustaría…
Y no paro de repetirlo, a ver si de tanto desearlo, lo conviertes en cierto, porque no me gustaría seguir derramando este silencio sobre tus ojos...Pero lo incierto me aterroriza.

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