Si mañana el lápiz se me deslizara de entre los dedos, volvería a soñar, a ver las mismas películas, a amar a los mismos hombres, a pisar los mismos sitios, a confesar lo que ya confesé y a decir lo que no me atreví.
Si mañana mis zapatos no quisieran acompañarme de nuevo, soñaría más en las aceras, cerraría mis ventanas ante el vendaval de miedo, caminaría sin rumbo de vez en cuando, les permitiría a mis pies volver a pisar la hierba.
Si mañana las olas decidieran descansar, nadaría con los pies descalzos, regalaría mis perfumes, dejaría mi piel sobre el que la pudiera necesitar y me convertiría en cada elemento de la naturaleza para que no tuvieses sed, frío, ahogo o vértigo.
Si mañana volviese a querer desaparecer, recuérdame el sabor del melón, la colonia de la niñez, el calor de las manos de mi abuelo, los recreos de las cuatro y veinte, mis compañeros, las clases de lengua, su guitarra, mis juguetes, el libro que afirmé querer publicar de pequeña, las tardes de verano en la playa con mi hermana, la primera y única canción que me dedicaron, sus manos y sus ojos azules llenos de la fe que me transmitió.
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