Heidelberg es uno de los lugares con más magia y encanto de Alemania, no hay duda de ello. Sin embargo, para nosotras se convirtió en una experiencia de aprendizaje que no siempre fue igual de encantadora que el lugar que nos acogía. Allí descubrí hasta qué punto podía controlar mi fobia a los ascensores que iban hasta la planta 54, a las sábanas usadas, a los espacios cerrados, a las duchas estropeadas, a algo semejante a una cocina en la que nunca entramos. Al menos no vimos cucarachas con las que recordar a Kafka. Ana no soportaba los olores que no queremos recordar, no entendía (al igual que yo) los extremos alemanes y se sorprendía con mis supersticiones y teorías sobre el karma y la vida.
La memoria, por su parte, sabe usar bien el tiempo para borrar lo que no querríamos recordar jamás. "Con el paso de los días, meses, años, sólo retendremos lo bueno de todo esto", le decía. Y es que no necesitaré fotografías tuyas para recordarte: por acompañarme en el viaje, por ser paciente conmigo, por la dulzura que me dio y que yo no le supe dar. Ana era nerviosa, al menos en esa época lo aparentaba más que yo ahora, y no dormía bien. Su fuerza no se dejaba ver con claridad en medio de los ojos azules que aparentaban tanta fragilidad. El pretérito y presente del verbo ser la definen como delicada, inteligente, constante, perseverante. De complexión más bien pequeña, su sonrisa me recordaba a alguna actriz francesa cuyo nombre no consigo recordar. Se sorprendía cada vez que yo me quedaba dormida bajo cualquier luz, en cualquier circunstancia, sin ningún miedo aparente.
Pero supongo que Ana no entendía mi fervor por el silencio en la mañana, mi constante impuntualidad por tomar un café alemán (sin duda, el más delicioso de cualquiera de mis viajes), mi apatía ante las tareas o la inmersión en P.S.: I love you que me hizo olvidar de qué ciudad veníamos de vuelta en el tren. Pero lo respetaba. Y yo no necesitaba más. Las risas inundaron las tardes calurosas con las ventanas cerradas, viejas y rotas. Las lágrimas y la frustración fueron compartidas. El mundo nos rodeaba con un México que se hizo presente con Paul, Polonia con Ola y Libia con Sami.
Fue un buen verano y yo me atreví a ser yo, que no siempre es fácil. Cómo me gustaría regresar…pero siempre contigo, Ana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario