lunes, 2 de enero de 2012

Abstracción para aliviar el dolor

El cartero no llegó a traerme

el aniversario rural en el sobre de ilusión.

Sí que llegó el pasotismo, la desidia y el menosprecio.

Así, no llegaron entregas, ni emociones,

ni compromiso, ni batalla por un

futuro entrelazado de esperanza.

No se llega a donde no se es nada.

Y será eso, que no soy nada.

No me defendieron a capa y espada

ni velaron por los pasos que daba.

Yo no fui la chica Polaroid

ni la Lomogirl con su noséquéquenoséyo,

ni tampoco dejé para la posteridad

en ningún papel fotográfico

la zona más oscura de mi cuerpo,

mal custodiada entre recuerdos perdidos.

Quizás por eso, quizás por nada.

No recibí piezas de primera,

ni fueron por mí el mejor postor.

No llegaría el avión rumbo a Nueva York,

ni a Berlín, ni a Japón.

No quisieron abrir las puertas de mis

secretos, escuchar cómo fueron mis primaveras,

saber qué adoro, qué detesto, por qué me estremezco.

No soy nada, quizás por eso no me dieron nada.

Fui guerrera, y eso hizo

que se olvidaran que el cansancio

de luchar y combatir

agotan más que el ser una princesa

protegida y custodiada. Pero una sombra.

Una sombra de la nada.

Y aún así, la princesa sombría fue capaz

de eclipsar siempre a una guerrera apasionada,

para así, convertirla en la misma nada.

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