
En silencio sigues
rompiendo las muecas
que mi cara te muestra.
Desnudas mi alma y la colocas
frente al precipicio que nadie supo
cómo contener.
Bajo la mirada y ahí están
las olas, coléricas,
chocando contra las raíces
que llegan desde lo alto
de mis momentos
hasta lo más profundo
de tu mar de misterios.
Tirito encerrada en tu chaqueta
mientras bajo mis pies
dejan de existir
restos de árboles perdidos
rompiendo las muecas
que mi cara te muestra.
Desnudas mi alma y la colocas
frente al precipicio que nadie supo
cómo contener.
Bajo la mirada y ahí están
las olas, coléricas,
chocando contra las raíces
que llegan desde lo alto
de mis momentos
hasta lo más profundo
de tu mar de misterios.
Tirito encerrada en tu chaqueta
mientras bajo mis pies
dejan de existir
restos de árboles perdidos
en nuestro tiempo.
Y abajo siguen dando las olas
los ecos al atardecer plomizo.
Y a lo lejos sigues gritando,
pronunciando mi nombre…
Y yo no te veo.
El salitre recubre mis párpados
y mis manos no atinan
a averiguar cómo abrirlos de nuevo.
Dentro, mi corazón sigue más gélido
que cuando lo encontraste en septiembre,
perdido y roto, dañado y destrozado.
Y abajo siguen dando las olas
los ecos al atardecer plomizo.
Y a lo lejos sigues gritando,
pronunciando mi nombre…
Y yo no te veo.
El salitre recubre mis párpados
y mis manos no atinan
a averiguar cómo abrirlos de nuevo.
Dentro, mi corazón sigue más gélido
que cuando lo encontraste en septiembre,
perdido y roto, dañado y destrozado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario