
Desde la debilidad de la niña
que recelada y espectadora
escribe con curiosidad tus sábanas
con purpúreas lágrimas,
siento tus pasos al irrumpir
en mis despertares
de mis mañanas frías.
Derramo mi alma en tus recovecos
mientras fuera no cesan de deslizarse las gotas.
Ropa tendida, niños que lloran,
canciones de cuna a medio terminar.
Y te sigues escurriendo en mis presentimientos.
Con miedo los escucho, los interpreto,
veo mi reflejo sobre ellos
como una princesa nuevamente
sentada en un trono
que, lejos de extinguirse,
pareces prometerme en tu eternidad.
No puedo soltar mis anclas sobre tu piel,
las pesadas cadenas de un pasados
se ancoran sobre mis tobillos
desquebrajados, heridos e inexpertos.
Frágil como una burbuja
en medio de una inconexa tempestad,
inexperta como una niña sin conciencia,
pavorosa como la flor ante la nieve,
así estoy yo, descansando mi cabeza sobre
tus cálidos brazos, desconfiando al ver
que los sueños pueden consumarse.
Y grito porque no puedo soltar los vínculos
del miedo, de la fragilidad, del vértigo, del desorden.
No entiendo que la ropa siga tendida, no puedo
evitar sentir que quizás mientas, que quizás desistas.
Si pudiera por un segundo arrojarte a mis sentimientos
columpiarte con mis sospechas,
sentirte entre mis párpados y arroparte con mis sueños,
quizás entonces pueda mirarte desde mi alegría,
desde mi ilusión,desde mi esperanza y convertirte,
que recelada y espectadora
escribe con curiosidad tus sábanas
con purpúreas lágrimas,
siento tus pasos al irrumpir
en mis despertares
de mis mañanas frías.
Derramo mi alma en tus recovecos
mientras fuera no cesan de deslizarse las gotas.
Ropa tendida, niños que lloran,
canciones de cuna a medio terminar.
Y te sigues escurriendo en mis presentimientos.
Con miedo los escucho, los interpreto,
veo mi reflejo sobre ellos
como una princesa nuevamente
sentada en un trono
que, lejos de extinguirse,
pareces prometerme en tu eternidad.
No puedo soltar mis anclas sobre tu piel,
las pesadas cadenas de un pasados
se ancoran sobre mis tobillos
desquebrajados, heridos e inexpertos.
Frágil como una burbuja
en medio de una inconexa tempestad,
inexperta como una niña sin conciencia,
pavorosa como la flor ante la nieve,
así estoy yo, descansando mi cabeza sobre
tus cálidos brazos, desconfiando al ver
que los sueños pueden consumarse.
Y grito porque no puedo soltar los vínculos
del miedo, de la fragilidad, del vértigo, del desorden.
No entiendo que la ropa siga tendida, no puedo
evitar sentir que quizás mientas, que quizás desistas.
Si pudiera por un segundo arrojarte a mis sentimientos
columpiarte con mis sospechas,
sentirte entre mis párpados y arroparte con mis sueños,
quizás entonces pueda mirarte desde mi alegría,
desde mi ilusión,desde mi esperanza y convertirte,
finalmente,
en un credo.
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