Voy a
imponer el corazón y dejar a un lado todas las ideas,
procurando
ser de acto ligero pero determinado.
Trataré
de ser, primero por mí y luego por lo demás,
sonrisa
y sal sobre los pasos que demos,
regalándome
sin condiciones en cada uno de nuestros besos.
Reinará
la sana locura del perdón en un mundo sin reglas,
pero con
la imposición de la ilusión, mejor y más sincera
que aquella
con la que comenzamos a amarnos aquel invierno.
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